Científicos revelan que el gas de las flatulencias podría proteger contra el Alzheimer

Investigadores de la escuela de medicina Johns Hopkins Medicine descubrieron que el sulfuro de hidrógeno, responsable del mal olor, ayuda a prevenir el envejecimiento de las células cerebrales.

jornada.com.mx

En lugar de pararse a oler las flores, científicos sugieren pararse a oler las flatulencias. Aunque pensarlo pueda ser suficiente para revolverte el estómago, los científicos de la escuela de medicina Johns Hopkins Medicine afirman que el gas que se esconde tras eses mal olor a huevo podrido, conocido como sulfuro de hidrógeno, puede ayudar a proteger las células cerebrales envejecidas de la enfermedad de Alzheimer.

Aunque el gas maloliente es muy tóxico en grandes cantidades, en dosis más pequeñas puede aportar algunos beneficios importantes para la salud, según señalan investigadores de la Johns Hopkins en un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academies of Science.

“Nuestros nuevos datos vinculan firmemente el envejecimiento, la neurodegeneración y la señalización celular mediante el sulfuro de hidrógeno y otras moléculas gaseosas dentro de la célula”, afirma el autor de correspondencia del estudio, el doctor Bindu Paul.

El cuerpo humano crea de forma natural pequeñas cantidades de sulfuro de hidrógeno, que ayuda a regular las funciones de todo el organismo. Los gases pueden facilitar la comunicación entre las células y el cerebro.

El sulfuro de hidrógeno modifica proteínas claves mediante un proceso denominado sulfhidratación química, de acuerdo con el doctor Solomon Snyder, coautor del estudio. Los niveles de sulfhidratación en el cerebro disminuyen con la edad, según los científicos, que señalan que esta tendencia tiene una mayor presencia en los pacientes de Alzheimer.

“Aquí, utilizando el mismo método, confirmamos ahora una disminución de la sulfhidratación en el cerebro con Alzheimer”, mencionó el colaborador Milos Filipovic.

Como parte del estudio, los científicos de Johns Hopkins Medicine examinaron ratones modificados genéticamente para imitar la enfermedad de Alzheimer humana.

Se inyectó en ellos un compuesto portador de sulfuro de hidrógeno denominado NaGYY, que liberó lentamente moléculas de sulfuro de hidrógeno pasajero por todo el organismo. Durante un periodo de 12 semanas, se evaluaron los cambios en la memoria y la función motora de los ratones.

Las pruebas de comportamiento mostraron que el sulfuro de hidrógeno mejoraba la función cognitiva y motora un 50 por ciento en comparación con los roedores que no recibieron las inyecciones. Los ratones que recibieron el tratamiento eran más capaces de recordar los cambios de ubicación de la plataforma y parecían más activos físicamente que aquellos que habían simulado la enfermedad de Alzheimer pero no recibieron el tratamiento.

“Los resultados mostraron que los efectos conductuales de la enfermedad de Alzheimer podían revertirse introduciendo sulfuro de hidrógeno; pero los investigadores también querían indagar en cómo reaccionaba químicamente el cerebro a la molécula gaseosa”, se lee en un comunicado de prensa de Johns Hopkins Medicine sobre el estudio.

Enzima clave

Una serie de experimentos reveló un cambio en una enzima común llamada glucógeno sintasa ß (GSK3ß). Cuando hay niveles saludables de sulfuro de hidrógeno, GSK3ß actúa como una molécula de señalización.

Los investigadores descubrieron que, en ausencia de sulfuro de hidrógeno, GSK3ß se ve atraída en exceso por otra proteína del cerebro llamada Tau.

Cuando GSK3ß y Tau interactúan, Tau provoca aglomeraciones en el interior de las células nerviosas. Según los investigadores, a medida que esos cúmulos crecen, las proteínas enredadas bloquean la comunicación entre los nervios, provocando finalmente su muerte.

“Esto conduce al deterioro y a la pérdida final de la cognición, la memoria y la función motora que son características de la enfermedad de Alzheimer”, señala el comunicado de prensa.

“Comprender la cascada de acontecimientos es importante para diseñar terapias que puedan bloquear esta interacción, como es capaz de hacer el sulfuro de hidrógeno”, afirmó Daniel Giovinazzo, estudiante de doctorado y primer autor del estudio.

Hasta hace pocos años, los investigadores carecían de las herramientas necesarias para imitar el modo en que el organismo produce pequeñas cantidades de sulfuro de hidrógeno en el interior de las células.

“El compuesto utilizado en este estudio hace precisamente eso, y demuestra que, corrigiendo los niveles cerebrales de sulfuro de hidrógeno, podríamos revertir con éxito algunos aspectos de la enfermedad de Alzheimer”, afirma Matt Whiteman, colaborador.

En lugar de pararse a oler las flores, científicos sugieren pararse a oler las flatulencias. Aunque pensarlo pueda ser suficiente para revolverte el estómago, los científicos de la escuela de medicina Johns Hopkins Medicine afirman que el gas que se esconde tras eses mal olor a huevo podrido, conocido como sulfuro de hidrógeno, puede ayudar a proteger las células cerebrales envejecidas de la enfermedad de Alzheimer.

Aunque el gas maloliente es muy tóxico en grandes cantidades, en dosis más pequeñas puede aportar algunos beneficios importantes para la salud, según señalan investigadores de la Johns Hopkins en un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academies of Science.

“Nuestros nuevos datos vinculan firmemente el envejecimiento, la neurodegeneración y la señalización celular mediante el sulfuro de hidrógeno y otras moléculas gaseosas dentro de la célula”, afirma el autor de correspondencia del estudio, el doctor Bindu Paul.

El cuerpo humano crea de forma natural pequeñas cantidades de sulfuro de hidrógeno, que ayuda a regular las funciones de todo el organismo. Los gases pueden facilitar la comunicación entre las células y el cerebro.

El sulfuro de hidrógeno modifica proteínas claves mediante un proceso denominado sulfhidratación química, de acuerdo con el doctor Solomon Snyder, coautor del estudio. Los niveles de sulfhidratación en el cerebro disminuyen con la edad, según los científicos, que señalan que esta tendencia tiene una mayor presencia en los pacientes de Alzheimer.

“Aquí, utilizando el mismo método, confirmamos ahora una disminución de la sulfhidratación en el cerebro con Alzheimer”, mencionó el colaborador Milos Filipovic.

Como parte del estudio, los científicos de Johns Hopkins Medicine examinaron ratones modificados genéticamente para imitar la enfermedad de Alzheimer humana.

Se inyectó en ellos un compuesto portador de sulfuro de hidrógeno denominado NaGYY, que liberó lentamente moléculas de sulfuro de hidrógeno pasajero por todo el organismo. Durante un periodo de 12 semanas, se evaluaron los cambios en la memoria y la función motora de los ratones.

Las pruebas de comportamiento mostraron que el sulfuro de hidrógeno mejoraba la función cognitiva y motora un 50 por ciento en comparación con los roedores que no recibieron las inyecciones. Los ratones que recibieron el tratamiento eran más capaces de recordar los cambios de ubicación de la plataforma y parecían más activos físicamente que aquellos que habían simulado la enfermedad de Alzheimer pero no recibieron el tratamiento.

“Los resultados mostraron que los efectos conductuales de la enfermedad de Alzheimer podían revertirse introduciendo sulfuro de hidrógeno; pero los investigadores también querían indagar en cómo reaccionaba químicamente el cerebro a la molécula gaseosa”, se lee en un comunicado de prensa de Johns Hopkins Medicine sobre el estudio.

Enzima clave

Una serie de experimentos reveló un cambio en una enzima común llamada glucógeno sintasa ß (GSK3ß). Cuando hay niveles saludables de sulfuro de hidrógeno, GSK3ß actúa como una molécula de señalización.

Los investigadores descubrieron que, en ausencia de sulfuro de hidrógeno, GSK3ß se ve atraída en exceso por otra proteína del cerebro llamada Tau.

Cuando GSK3ß y Tau interactúan, Tau provoca aglomeraciones en el interior de las células nerviosas. Según los investigadores, a medida que esos cúmulos crecen, las proteínas enredadas bloquean la comunicación entre los nervios, provocando finalmente su muerte.

“Esto conduce al deterioro y a la pérdida final de la cognición, la memoria y la función motora que son características de la enfermedad de Alzheimer”, señala el comunicado de prensa.

“Comprender la cascada de acontecimientos es importante para diseñar terapias que puedan bloquear esta interacción, como es capaz de hacer el sulfuro de hidrógeno”, afirmó Daniel Giovinazzo, estudiante de doctorado y primer autor del estudio.

Hasta hace pocos años, los investigadores carecían de las herramientas necesarias para imitar el modo en que el organismo produce pequeñas cantidades de sulfuro de hidrógeno en el interior de las células.

“El compuesto utilizado en este estudio hace precisamente eso, y demuestra que, corrigiendo los niveles cerebrales de sulfuro de hidrógeno, podríamos revertir con éxito algunos aspectos de la enfermedad de Alzheimer”, afirma Matt Whiteman, colaborador.

                                                         
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